Aquella noche no nos partieron relámpagos,
aunque entráramos siendo uno y saliéramos en varias piezas;
tampoco anunció el noticiero una racha de viento salvaje.
Y la fatalidad llenó mi cuerpo
sin falta de invitarte a esparcir veneno dentro.
El karma ajustició y estranguló a mi alma,
luego
luego
me quedé agonizando sola sobre aquella almohada
junto a tu única, última
lágrima
que de tan cruda, etérea y salada
aún siento en la boca cómo empalaga.
que de tan cruda, etérea y salada
aún siento en la boca cómo empalaga.
Desde entonces, tu ausencia es la droga dura
en la que me amparo,
en la que me amparo,
me amamanto en vela con mi propio llanto,
o bien me consuelo pensando
o bien me consuelo pensando
que al menos ya no me contienen
las mamparas opacas de nuestro antiguo cuarto,
las mamparas opacas de nuestro antiguo cuarto,
hoy tan vacío y blanco...
y evito cuanto puedo recordar de
que allí fue donde torbellinos
de luz colorearon mi espanto.
de luz colorearon mi espanto.
Lo peor es saber que nada que merezca la pena
llenará una página entera en mi diario;
falso encanto efímero el de creer en algo.
llenará una página entera en mi diario;
falso encanto efímero el de creer en algo.
Hoy puedo decir que los fantasmas han vuelto
cansados de perderte la
batalla,
de abandonarme a la confianza ciega de quererte;
han vuelto,
han vuelto,
y me dicen que echaban de menos vivir en mí.
Yo les dejo impunes, qué más me da,
si yo ya no vivo en ti y hasta diez no somos multitud.
Desde aquella madrugada, "podría ser peor" es mi
lema en la vida, pero
si desde aquí te canto mis miserias o mis alegrías,
¿me escucharás, tú, desde ahí arriba?
...